14 octubre, 2005

Al son del clásico rock

Mis predilecciones por rock clásico son pocas. Para mí, éste comienza desde la época de los noventa con el advenimiento del "grunge" y las nuevas formas de metal, más ciertos artistas que se descolgaban de ellos y hcen aún lo que les da la gana. Sí, eso suena pretencioso incluso cuando reconozco que, en algún momento, odié a The Beatles, Zepellin y los de épocas añejas.

Ahora no. Uno, ya más reposado, encuentra los caminos en todos ellos. Sin embargo, nunca le puse atención (a pesar de saber un poco) a Deep Purple. Curioso: acepté a los de Liverpool como el más fanático, a Ozzy y Iommi con el advenimiento del metal, al psicodélico blues rock de Led Zepellin... pero de Deep Purple, poco o nada.

De hecho, Purple fue el que definió, en los setenta, las líneas posteriores que tendría el HEAVY METAL (representado por gente como Maide y Judas Priest), pero con vertientes más melódicas y con estructuras más complejas que, por ejemplo, lo que hizo el Black Sabbath de Ozzy, ligado al doom y al stoner.

La historia de estos inglese también está marcada por la presencia de figuras notables como Ian Gillian, Ritchie Blackmore (para algunos el mejor guitarrista por sobre el gran Jimi), entre otros. Lo importante es que, en su época, redefinieron sonidos como los mejores, en parte por la presencia de Blackmore, quien imprimió un carácter más virtuoso a la banda (que por cierto ya lo tenía) y se transformaron en una de las agrupaciones más populares de la época.
Sin embargo, a estas alturas, Deep Purple (o "Di Paipe", según una vieja historia) ya no está en esas. Se fue el tecladista original y sólo quedan Glover y Gillian. Sin embargo, no dejan de hacer lo que les gusta y eso, por si mismo, ya es un plus. Si no, la explicación a Rapture of the Deep no podría ser.
Simplemente, estos ya abuelitos (aunque el gran guitarrista Steve Morse es un mozuelo) dan una cátedra del verdadero hard rock de antaño. En el disco, se siente la fibra de la grabación, la confrontación registrada entre teclado y guitarra que hizo a los Purple famosos.
Sin duda que este es un gran regreso, puesto que "Bananas", su placa anterior, como que no entusiasmó a nadie. Con esta, se dan por pagados las nuevas y viejas generaciones que gusten del mejor rock clásico, en pleno 2005.

12 octubre, 2005

Fiona


Tiempo en que no se escuchaba nada de ella. Lo cierto es que Fiona Apple es de esas artistas que, aburrida de una industria autocomplaciente, decidió por lo sano: se dedicó a hacer música con más investigación y riesgos. Quizas eso puede explicar su tan larga ausencia y su gran regreso con "Extraordinary Machine".
Las descripiciones del disco sobran. Sólo baste saber que, en días (por último acá en Antofagasta), la voz de Fiona acompaña al sol envuelto bajo el viento... como vergonzoso de salir a cantar y pegar con su redondela amarilla.
Faltan dos mese para que salga de acá... la voz de la Apple no deja de recordármelo. ESa mezcla de sutileza y, al mismo tiempo, algo de desgano y rudeza en su voz, en su retrato triste y nostálgico de su misma experiencia, hace que uno se vuelva totalmente melancólico y vea las cosas en cámara lenta. El viento, el color, los aromas... todo se mueve de acuerdo al vals del viento...
Otras cosas relucen: el cinismo, la hipocresía. De la mano de Fiona, en este su tercer álbum oficial, se ven desde la inocencia. Pero una oscura, casi de las sombras, con un sarcasmo contenido (un elemento característico de ella) que hace que el mundo se desplace de otra forma... de risas lejanas a una mirada abúlica.
Heredera, en este caso, de sonoridades más experimentales para su música (con influencias claras de Tom Waits), Fiona Apple nos entrega un trabajo esplendido, digno de ser revisado una y otra vez. Se le extrañaba y se extrañaba a una artista que busque en su propio proceso creativo que en lo que la industria desee.