02 junio, 2006

Pequeño recuentohomenaje

Era 1998.
Por los pasillos siempre grises del Insituto Nacional, se debatía la posibilidad de que el insigne establecimiento ingresara a la rearticulada FESES (Federación de Estudiantes Secundarios), para así aglutinar a los colegios municipales de la Región Metropolitana en vías de la inminente aplicación de la "Reforma Educacional".
El presidente era Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
La discusión era acalorada. Los argumentos a favor y en contra de la incorporación del "Nacional", como le llaman sus alumnos, era algo que se esperaba. Se decía que realizando esta acción, más colegios se unirían y, por fin, un movimiento secundario renacería de las cenizas.
Cierto, es algo medio utópico. Marcelo Ríos, ese mismo año, era vitoreado por miles en el palacio de gobierno. Todo, por obtener el número uno en la ATP.
Me pregunto si a Nicanor Parra, Roberto Matta o al "Gato" Alquinta alguna vez le ofrecieron eso de saludar a sus hermanos en La Moneda.
Un profe de historia nos ilustraba: "éste huevón es el ídolo a seguir. Un idiota que ni siquiera ha terminado un Papelucho".
Palabras más que sabias. Nosotros, que luchamos para que el IN ingresara al FESES, somos la generacióndelnoestoyniahí. ¿Qué conseguimos? Dolores de cabeza. Que la FESES no sirve, que está manejada... es como hablar de la CONFECH (lo mismo, pero de los ilustres universitarios).
1998 pasó, y nos metieron la Reforma Educacional, cuando profesores y alumnos decían que no o, por lo menos, que había que revisarla.
1999.
Año extraño.
Turbulencias emocionales.
Se cuestionaba la participación del "Nacional" en una instancia que estaba muerta. Ni siquiera en estado terminal, sino MUERTA. El que hizo eso, era un experto. No los vestigios quedaban.
Año electoral.
La Reforma avanzaba a paso firme e intransigente. Nosotros nos preguntábamos cómo funcionaría, si el gobierno made in Concertación no derogaba, o por último, modificaba a la manoseada señora LOCE (un excelente recuerdo de Pinochet y sus boys para nosotros, para que recordásemos siempre qué pasa cuando quieres cambiar a este país).
Nadie sabía. Los que decíamos algo, éramos "comunistas".
También estaba el tema del pasaje y el pase escolar.
Dos grandes marchas.
Nada.
2000.
Mi útlimo año.
Nuevas máquinas cobradoras, con las que se trataba de evitar los asaltos a choferes y pasajeros y también modernizar el más arcaico servicio de esta "copia feliz del edén": las micros.
Nadie sabía usar a los pobres amigos cobradores.
Es más. Los empresarios, llorones por esencia, decían que iban a quitar "puestos de trabajo".
Los micreros, por miedo o ignorancia, apoyaban.
Nadie sabía usarlos.
Sistema para el pase: con un chip, te marcaba la tarifa escolar. Eran "inteligentes".
El pase costó 3500 pesos. A mí, en cuarto medio, me llegó en agosto, ya cuando era casi inútil.
Otros salieron rayados... como raspe.
Más manifestaciones. Dos marchas.
Congelamos la matrícula y se extendió el uso del pase en el verano (no me sirvió de mucho: me fui a Antofagasta). Nada de eso se cumplió. Los años siguientes se siguió con lo mismo.
2006
Por fin.
La paciencia es una virtud, pero no hay que abusar de ella.
Basta de ver a los secundarios como unas marionetas que van y vuelven de sus casa al colegio. Ellos, con sus tomas, paros, miradas inocentes y no trasvestidas por algún sentimiento politicoide, han dado cátedra en muchas cosas. Todos los estamentos sociales debieran aprender de unos muchachos de quince a 19 años.
Son los hijos de la propia Concertación. Son nietos de la dictadura.
Son el aquí y el ahora.
Son el futuro. El futuro incorruptible de todos.
El mío también