31 diciembre, 2005

¿Fin?

Decir que éste año se transformó en algo caótico es darle mayor importancia de lo que realmente se convirtió: el final y el principio. Como en todas las cosas, el círculo se completa, las labores se cumplen y se dejan manchas de sangre atrás en ese extraño proceso que llamamos "crecer". Curioso por lo demás. Nos forzamos a ver el mundo desde un metro setenta y cinco de estatura, cuando tenemos miedo de hacerlo.
Trevor Dunn deleita los oidos con una apología a Kundera. Disonancia, exclamación, virtuosismo con pelotas... eso desfila en su entrega 2004. Un maraña de sensaciones inconexas, de sentimientos encontrados, de estilos opuestos, que al final te aturde y no te deja hasta que la pregunta prohibida surge para pedir una explicación concreta de lo vivido.
Esos sentimeintos resuenan en mi cabeza. Una semana que dejó todo lo construido... pero una semana en que no añore la visita permanente, el sabor infernal o el simple recoveco de los días soñolientos. Acá todo se hace más rápido, más avallasador. ¿El concreto se comió al hombre? Posiblemente, dicen las viejas vigas abandonadas a su suerte, en medio de la nada.
El bajista continúa transmitiendo en onda corta. Su ínfula esquizofrénica se ve bien acomañada por la guitarrista Mary Halvorson y el batero Ches Smith. Un vendaval del más potente (o asqueante para los puristas) free-jazz deambula por los oídos, desafiando la lógica de la improvisación pura y conectándose con el hardcore-metal más extremo que este servidor haya escuchado en discos de estas características. Va, a modo de ver de este honorable, más allá de lo que propuso Zorn con su aclamado "Naked City".
El naranjo se hace presente en estos días con mucha facilidad. Busca aquietar las aguas, dominar a los sentidos, hacer frente a la vorágine de estos días en que todo muere y nace al mismo tiempo. Curioso. aparentemente, el viento aún tiene una última palabara antes de dejar estas asquientas tierras.
PD: A todos aquellos que, en cinco impresionantes años, se ganaron mi respeto y admiración a fuerza de sensaciones más que palabras vacías y hechos vagos. A tí, Carla, porque te atrevista a acompañarme en un viaje sin sentido que en estos momentos toma forma. A ustedes, mis estimados aigos nortinos, por brindarme un poco de sus glorias en un proceso de difícil olvido. Nuevamente a ti, Carla, por ser la mujer de mis días.

02 diciembre, 2005

Tribunales

Como juez y jurado de este mismo comparendo, os declaro lisa y llanamente culpables. No a todos, no señor, pero bien la mayoría se lo merece. Merecen ser castigados, encerrados en aislamiento solitario y que las llaves se arrojen bien lejos, cosa de que realmente aprendan de su incomprensible falta.
Los cargos: falacias, cinismo, "winnerismo" (que me tengan a bien traer este supuesto término, mas no consigo nada mejor), chaqueterismo, hipocresía, apuñalamiento severo por la espalda, pelambres varios, creadores de historias malsanas y dañinas, sonrisas y lágrimas falsas, fraude al fisco de nosotros, engaños, en fin, una serie de acusaciones que son tan largas que, creo, hasta el mismo San Pedro, pobre viejo a mal traer, le daría verguenza veros a los rostros. Como no, si son capaces de cualquier cosas con tal de caer en el facilismo, en la poca cosa, en el tránsito "relajado y sin complicaciones" por la vida (olvidando al resto, of course) que se olvidan de su principios. ¿Los tuvieron? Este tribunal duda de que los acusados hayan obtenido algo de eso que mencionan los cargos.
(se hace silencio. los acusados, sentados en hilera, esperan con cara de espanto la resolución del magistrado, que luego de discutirlo junto a su sombra y su reflejo, llegan a un rápido acuerdo).
Señores, la resolución ya está tomada. Entre una mezcla de placer infinito y dolorosa pena, les comunico que su condena, dada la gravedad de los hechos, las pruebas en su contra y, ejem, bueno, la actitud que demuestran a la hora de este delicado momento (los acusados se ríen. algunos osan levantar la voz, pero la mirada llena de desilusión del juez los calla), hace que llegue al siguente veredecto:
Los condeno al olvido. Sí, señores. Al olvido. Usted, señorita, no mire con esa cara de estupor, que por su falta, la cosa podría haber sido bastante peor (¿o mejor? se pregunta el juez-jurado-verdugo). Los condeno a permanecer en el limbo de la amnesia local, donde el área subcortical del cerebro los traiga sólo para hacer ver que a esa persona no se convertirán jamás. Los condeno a permanecer en las sombras, siempre ocultos, siempre como borradores tristes de lo que alguna vez pudieron ser colores alegres, vivos. Los condeno al infinito, al mal ejemplo, en fin, los condeno a permanecer para siempre en el olvido, ese que calla todo y borra toda huella.
asustados, gritan. rostros cubiertos de lágrimas suplican, mas el magistrado se desentiende. los asistentes ven con pena la escena. "cómo llegamos a esto", se preguntan.
Al fondo, el juez suspira aliviado. Ve a los culpables alejarse al limbo, al no-recuerdo. Una sonrisa se esboza, en medio de tanta penosa escena (penosa por el espectáculo y por la mezcla de sensaciones), ya nunca más los verá.