24 septiembre, 2007

El perro


La sonrisa pasa de ser un ejercicio de unos cientos de músculos, los que aglutinados entre las mejillas, la boca y esos lares, son responsables de fabricar alegrías y también cinismo.
Por otra parte, fruncir el ceño hace que se activen miles de músculos; pequeñísimos, irrelevantes a las páginas de un manual de anatomía, se juntan y apretujan todos para mostrar el rostro del enojo, la ira, la paciencia y la calma.

¿Qué pasaría, entonces, si todos esos músculos, dejaran de funcionar? ¿Dónde irían las emociones?

Las caras permanecerían en una perpetua expresión seria, sin tormentos. No es como una enfermedad que existe, como muchos pensaron. Porque mantendríamos nuestra arrogancia inherente, pero no sentiríamos nada; "no hay dolor", dicen unos estúpidos y chistosos en la caja más imbécil y poco graciosa. Acá, es lo mismo. El dolor se fue, con su bastón y harapos a otro lado.

Los alegres están de duelo, porque su sonrisa natural, asqueante y, en algunos casos, falsa y aburrida no tienen de qué reir. Pero no se pasaron al lado de los tristes... nooo, que ni se les ocurra. Sería una traición digna del más horrible castigo. Ellos no se pueden desesperar, por más que lo deseen; su enfermizo optimismo hace que se queden esperando, con sus caras quietas, sin lágrimas.

Los tristes, por otro lado, lloran. La razón que los hacía caminar todos los días se fue: su rostro cómplice en dar miradas lastimosas y crear pena en otros, desapareció. Sus lágrimas parecen fuera de lugar y ni siquiera uno de sus mejores disfraces, el de la mirada contemplativa como de pensador griego, les es útil; las penas tomaron el crucero al descanso.

A lo lejos, la figura imprecisa los observa. Quizás sea único en su especie, porque aún puede expresar lo que siente, de maneras que los otros nunca comprenderán. Asimismo, tampoco sabe muy bien los pesares y lamentos de aquellos que mienten, mutilan, apuñalan, asesinan... y pueden hacerlo con una sonrisa.

Sale caminando. Atrás, se observa un charquito en la base de un árbol. Y menea su cola.

08 septiembre, 2007

Regreso

Y pasaron las luces... se difuminaron en medio de la veloz carrera sostenida entre las nubes oscuras y malditas. Su corazón latía a mil por hora, mientras sus ojos quebraban el prisma con un deseo intrínseco de cortarse con él. La fantasía se rendía a sus todopoderosos pies y, en medio de esa vorágine, lo único que atinó a realizar fue un gruñido fantasmal, un rescoldo de voz pasada, papiresca, seca, olvidada.

Se sentó al costado de la cama. Los ojos brillosos, la respiración agita. Buscó, en vano, un pañuelo para secar el sudor frío que recorre su rostro mas no tuvo éxito. En vano, quiso beber agua de un vaso olvidado en la noche, que según él, le ayudaba a dormir en paz. El líquido ya no estaba. Se esfumó entre los recovecos de su garganta lacerada después del último bostezo.

La ansiedad no lo dejaba retomar el sueño. "Pesadilla del carajo", pensó, mientras optó por prender el televisor para, según su propia creencia, "aburrirse, dormir y no soñar". No obstante, ese día no pudo pegar un ojo. Cambiaba frenéticamente de canales, intentando desesperadamente dormir; había una sensación que le inquietaba, un peso omnipresente que lo manejaba, lo aturdía y lo observaba. Y eso, no le gustó para nada.

Mala suerte. Es mi historia. Mi cuento. Mi creación
Regreso