10 diciembre, 2006

¿Y qué si se murió?

Es curioso el hecho, la sincronía, el azar quizás, de que ambos hayan muerto un fin de semana. Paradojas del destino, sí, pero aparte de ese hecho común, no hay nada más disimil entre ambos. Incluso, la sensación que provocan sus partidas en este humilde tipejo no son comparables. Las situaciones en las que estaba, al contrario, son casi calcadas.
La otra vez, estaba en casa de la seria, olvidando todo y dejándome llevar por sus caricias y su risa (aunque no lo crea, sí, su risa). Una llamada fue lo que gatilló todo: "se murió la Gladys". Cerca de mediodía, volví a la casa, con el deber bajo el ala de ir al ex congreso a reencontrarme con gente muy querida, admirada incluso. Y además de eso, era reencontrarse con una sensación postergada: la salida de muchos que, desencantados como yo, volvían al viejo espacio común de la calle.
Y por más que el momento era triste, la gente acudió por montones y con una sonrisa de oreja a oreja. Era la alegría de poder salir, de demostrar, en esos cinco minutos como versa el tema, la razón de ser y el reflejo incondicional de un pueblo a su par. No a un superior. Era un par la que nos dejaba. Y había una fiesta, como en los velorios antiguos. Y la gente cantaba, bailaba, escuchaba como antaño. Si hasta en un momento la aguja del segundero paró y giró al revés.
¿Y como respondieron? Con un funeral masivo, alegre, con profundo respeto y del cual fui testigo in situ. Pensé en ese momento: "ojalá que los pelmazos concertacionistas vean esto y se acuerden del por qué de su conglomerado. Lo que alguna vez significó". La poca historia desde el fallecimiento de Gladys hasta estos días me hace creer que sólo fue una pose más de quienes ostentan, al mejor modo mexicano, el poder.
Hoy muere Pinochet. Un personajillo siniestro y oscuro. "El arquitecto de Chile". Pues es una pena que nadie se queje de su pésima labor como edificador de un país. Pero eso, por el momento, no es el tema. Hoy muere el asesino, el ladrón, el poco hombre y quizás algo se me olvide. Mis virulencias profundas se desatan y el recuerdo de una niñez con particularidades (pues no todos vivimos del mismo modo) se hacen latentes.
Cuando fue el plebiscito, el famoso y a la larga inútil plebiscito, entre la negación y aprobación, la camapaña de los últimos desataba las más feroces y horrendas pesadillas. Asumo que casi nunca recuerdo mis sueños, pero este es uno que no olvido (así como otras cosas): había un tunel, habitado por seres mosntruosos y descomunales, que se comían an todo el mundo. El tunel, que para la gente fascistoide significaba la amenza del no, era parte de su campaña del terror, para demostrar que nuevamente los "marxistas" nos queríamos tomar el "poder" y mandar al esta franja de polvo al carajo. Si hubiesen sido más honestos, no habrían puesto nada, porque gracias al No se han mantenido en la misma posición de poder, y a lo mejor han ganado un poco más.
Se murió el viejo sátrapa. Sus partidarios, esos en los que abunda la vieja de pobla con su retrato, al fin y al cabo Pinocho SI FUE UN CAUDILLO, se debaten entre la desesperación y el deseo de convertirlo en un martir. Y no es extraño. Si, por una enfermedad de la corteza cerebral, fuera yo uno de ellos, pediría lo mismo. Pero no. No puedo considerarlo siquiera un militar, más que un miserable traidor.
Se murió el viejito. Pero no celebro. Cuando, en casa de la seria, supe de la muerte de Gladys, hubo una tristeza que no oculté, pero tampoco desbandé. Hoy, también en la misma casa y bajo la misma situación, fue la rabia lo que me llenó. Y no fue contra los partidarios mencionados. Fue rabia contra el mismo Pinochet, contra sus asesores, la derecha, contra la Concertación por no tener pantalones y contra la justicia de este país por ni siquiera usarlos. Rabia contra los que festejaron porque no comprenden, y creo que nunca lo harán, el verdadero significado de la muerte de este viejo, hijo de su madre, que se metió todo lo hermoso que podría haber sido Chile por un lugar nefasto. Sentí frustación porque, cuando mostraban las "imágenes del recuerdo" del mentado, sobresalía esa de cuando vuelve de Londrés, con una sonrisa de oreja a oreja y se para solito. Y las enfermedades, y las razones humanitarias al carajo. "Levántate Pinocho, y camina", le dijo alguien.
Y no entiendo el festejo. De verdad. No me cabe en la cabeza. Les pregunto: ¿Y qué pasará con los casos de Derechos Humanos, en los que el desgraciado se sacó todo con una artimaña? ¿Y el caso Riggs? ¿Que será de la verdad en este país lleno de verdades a medias? ¿Cambiará la institucionalidad dejada por su mano de dictador asesino, relamida en sangre de muchos, que condenó para siempre a aquellos que soñamos otro mundo, pero que cayó como anillo al dedo para que los que antes avalaron y apoyaron, y que son minoría, ahora se perpetúen en el poder? ¿Servirá para que la Concertación, como prodigio de la democracia, diga que "Transición Over"? ¿Se atreverán, de una vez por todas, a hacer las cosas como corresponden y cambiarán a esta país?
Se murió Pinochet. Que bueno, que malo... francamente, que se haya muerto es caso nimio, si su obra permanece en esta tierra. No hay festejos que valgan la pena. Para mi, sólo juicio y castigo. Sólo soñar en que las cosas serán diferentes.